Rozaba los 17 y algo le oprimía el pecho, algo que no la dejaba respirar los días impares. Rozaba los 17 y le rozaban los tacones de 10 cm que calzaba para ocultar que estaba por los suelos. Cómo los sueños que tenía desde que aprendió a leer hasta que aprendió lo que significaba amar, lo que significaba echar de menos a alguien, a tener adicción a algo como si fuera una droga, a necesitarlo como si fuera respirar. Ya no era cosa de un príncipe y una princesa, ya no era un juego, el que entretenía a ella y sus compañeros de clase durante los recreos, ya no aprendía sentada en un pupitre, aprendía con los baches que la vida había puesto en su camino, ya no le enseñaba la profesora, le había enseñado un pequeño ladronzuelo de ojos oscuros, porque con 16 y pico, ya le habían robado el corazón. Le habían robado una vida, le habían robado los lunes, y los martes, y los miércoles… La habían cambiado, ahora no era la de antes, su sonrisa no era la misma, su mente ya no estaba ocupada por lo mismo pensamientos. A veces querría ser pequeña otra vez, porque con sus casi 17, le habían echado 10 encima, había madurado demasiado rápido. Le habría gustado que en vez de que las películas Disney le hubieran creado un falsa expectativa respecto a los príncipes azules, hubieran tenido un lema como ``Ey princesa, nunca te enamores´´. Se había convertido en una verdadera viajera. En una de sentimientos y experiencias, debido a la adolescencia, acentuada con la situación en la que se encontraba. Una viajera que le buscaba en los besos de otros, pero que aceptaba que nunca llegaría a encontrarle.
Rozaba los 17, pero lo que ella quería rozar
era el cielo con la punta de sus dedos…